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lunes, 1 de agosto de 2011

LA MESA ALTA DEL JESSY (Café Jessy)




La única pareja que frecuentaba el Jessy eran Jenny y Paul. Tenian dieciocho años de edad y cincuenta de ilusiones. Ella era la sobrina del dueño y él un aprendiz de todo y maestro de nada que vivía al otro lado de la tierra de nadie de Manhattan. Se sentaban en la única mesa alta que tenía el local. Ni eran de la barra ni de las mesas; decían los clientes que se sentaban en territorio neutral.

Cuando entraban de la mano, él pedía cerveza, nunca hablaban, sólo se miraban, y todo se lo decían. Tanto amor,  tanta felicidad y tanta juventud e ilusión, eran incompatibles en un lugar como el Jessy, por lo que el local empezó a perder clientela. El dueño, alarmado, tomó medidas urgentes. Primero habló con los padres de la pareja y les convenció para dejarles casarse, luego escribió al hijo senador de Simon Bitter, para que buscase un buen trabajo al muchacho, hechas las gestiones informó a la pareja.

Todo salió según lo planeado, la pareja huyó, cada uno en dirección opuesta, para no verse nunca más. Ella acabó en California y él en un centro de instrucción del ejército donde se había alistado (llegaría a sargento mayor). El Jessy recuperó su clientela y el dueño, satisfecho, hizo desaparecer la mesa alta, a petición de los clientes de la barra y de las mesas. Todos querían evitar que la historia se repitiese. Era mejor prevenir.

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